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Preguntas frecuentes

¿Qué es la depresión?

La depresión es una enfermedad que afecta al estado de ánimo, al pensamiento y al organismo en general. Es un sentimiento persistente de inutilidad, tristeza, pérdida de interés y falta de esperanza, frecuentemente acompañado de síntomas corporales y cognitivos (intelectuales) que modifica negativamente la funcionalidad del sujeto, sintiéndose incapaz de afrontar actividades cotidianas que previamente no aparentaban esfuerzo alguno.

Los síntomas de la Depresión varían mucho en función de la gravedad. Su diagnóstico no es, por tanto, tan sencillo como aparenta.
Los síntomas “emocionales” incluyen tristeza, pérdida de interés por cosas que habitualmente disfrutábamos, tendencia al pensamiento obsesivo, ideas de desesperanza, inseguridad a la hora de tomar decisiones y, en ocasiones, sentimientos de culpa (incluso por el hecho de estar enfermos o por sentirse incapaces de hacer las cosas que previamente hacían de forma cotidiana).
Los síntomas “somáticos” (corporales) pueden incluir cansancio, falta de energía, dolores de distribución variable y origen incierto, variaciones de peso (por pérdida de apetito o excesiva ansiedad por la comida), disminución del deseo sexual y cambios en el ciclo habitual del sueño que pueden variar, desde dificultad para quedarse dormido hasta despertares frecuentes durante la noche o amanecer a horas muy tempranas sin volver a conciliar el sueño.

Los síntomas “cognitivos” (intelectuales) abarcan una serie de alteraciones como la dificultad para concentrarse, la incapacidad para mantener la atención en diferentes estímulos, despistes, disminución del rendimiento en el trabajo o en lecturas sencillas, aparentes pérdidas de memoria que a veces nos hacen temer una demencia cuando en realidad son fruto de la falta de motivación o un déficit de atención.

También podemos encontrar otros síntomas como irritabilidad, ansiedad, mayor sensibilidad al dolor; en ocasiones deseos de muerte o incluso pensamientos de suicidio.

Es necesario diferenciarlo de la “tristeza”. La tristeza es un sentimiento, una emoción, una reacción fisiológica de las personas que refleja que se están adaptando a una circunstancia particular de la vida. Por lo tanto es un estado adaptativo y normal: ante determinadas situaciones es natural, incluso sano, sentirse triste, llorar.

Sin embargo, la depresión nunca es sana.

A diferencia de la tristeza, la depresión no es un estado natural del ser humano y debe ser tratada por un médico, en ocasiones, por un especialista.

Existen diferentes tipos de depresión, algunas son de origen puramente “endógeno” y en otras participan factores ambientales o de personalidad.

El hecho de que no exista un factor ambiental, externo, estresante, que justifique la enfermedad depresiva, no sólo no nos aleja del diagnóstico sino que puede estar indicando que se trata de un origen puramente biológico. Podríamos decir que estas depresiones son más “puras” que las que aparecen en respuesta a factores ambientales y, de hecho, responden mejor a los tratamientos farmacológicos.

¿Existen entonces “depresiones verdaderas” y “depresiones falsas”? En absoluto. Si están bien diagnosticadas, son depresiones tanto una como otra. De hecho, la gravedad de una depresión no depende de su grado de “endogeneidad”.

De la misma forma que hemos dicho que la depresión no es un signo de debilidad personal, es incuestionable que la manera de ser puede influir en la evolución de la depresión, del mismo modo que influye en la evolución de cualquier otra enfermedad, ya sea cerebral o de cualquier otro órgano del cuerpo humano. Aquí cobra una especial relevancia el tratamiento psicoterapéutico.

Pero existen enfermedades similares clínicamente a la depresión que son estrictamente enfermedades de la personalidad.

Sin embargo, los síntomas pueden ser muy parecidos, a veces idénticos, aunque diferenciables a través de otros rasgos, de ahí la importancia de asistencia especializada.

Saber diferenciar si el paciente tiene una enfermedad depresiva o un trastorno de la personalidad es fundamental, ya que en los casos de depresión la indicación de tratamiento farmacológico es clara, en muchos casos inexcusable, mientras que en los casos de trastornos de la personalidad el origen de los síntomas depresivos no es tanto una alteración biológica puntual, temporal y modificable con fármacos, sino que responde a la propia manera de ser del sujeto y, por lo tanto, su respuesta al tratamiento farmacológico es muy limitada y precisan de un abordaje psicológico.

En muchos de estos casos un diagnóstico erróneo nos puede llevar a múltiples tratamientos “de prueba” que resultarán ineficaces, no por la falta de respuesta de la enfermedad al fármaco sino porque el diagnóstico era, desde el principio, incorrecto.

De un diagnóstico correcto dependerá que el tratamiento sea acertado y, por lo tanto, la evolución de la enfermedad.

Las opciones terapéuticas serán, por tanto, valoradas por un especialista en función del diagnóstico y pueden ser desde un tratamiento psicofarmacológico, a una psicoterapia o simplemente a cambios en los hábitos de vida.

¿Qué es la distimia?

Es un tipo crónico de depresión en el cual los estados de ánimo de una persona están regularmente bajos. Sin embargo, los síntomas no son tan graves como con la depresión mayor.

Se caracteriza por un estado de ánimo deprimido (o en ocasiones irritable, sobre todo en niños y adolescentes) que se mantiene la mayor parte del día, la mayoría de los días, y durante un largo período de tiempo (al menos dos años); no es lo suficientemente grave como para cumplir los criterios de un episodio depresivo, ya al ser los síntomas más leves se puede mantener una “funcionalidad” aceptable, aunque a costa de un sobreesfuerzo personal. La persona es capaz de realizar su trabajo y sus actividades de forma más o menos correcta, pero habitualmente precisa más tiempo del que requeriría en condiciones normales. Este tiempo “extra” suele extraerlo de otras actividades como el ocio o momentos de descanso, lo que agrava el estado depresivo del paciente.

Según el DSM-IV, las características principales del trastorno son los sentimientos de inadecuación, culpa, irritabilidad e ira, aislamiento social, pérdida de interés y descenso de la actividad y productividad.

Los síntomas de este trastorno son estables, mantenidos, aunque pueden experimentar variaciones temporales en su gravedad.

Los pacientes con trastorno distímico pueden parecer a menudo sarcásticos, nihilistas, sórdidos, exigentes y quejarse constantemente; pueden mostrarse tensos, rígidos e incluso resistirse a la intervención terapéutica, aunque acudan con regularidad a las consultas; pueden quejarse del mundo y de que son maltratados por sus familiares, hijos, padres, amigos, y por el sistema.

Existen síntomas de un ánimo deprimido caracterizado por sentimientos de tristeza y una disminución por el interés ante las actividades cotidianas, sólo que éstos son menores a los del trastorno depresivo mayor. Se suelen producir cambios en el apetito o en los patrones de sueño; con frecuencia los pacientes presentan baja autoestima, pérdida de energía, sensación de cansancio constante, lentitud psicomotora, disminución del impulso sexual y preocupación obsesiva por asuntos de salud.

El abordaje terapéutico completo de este tipo de enfermedades suele requerir una combinación de fármacos (para tratamiento sintomático de los síntomas depresivos) y psicoterapéutico.

Muchas personas con distimia llegan a creer que "ellas son así", y no identifican la distimia como una condición patológica, sino como un estado normal de su forma de ser, por lo que no solicitan ayuda y cuando acuden a consulta en ocasiones empujados por familiares y ven los resultados se preguntan que porque no habrían acudido antes.

¿Qué es el trastorno Bipolar?

Antiguamente conocida como “Psicosis Maníaco-Depresiva”, afecta a más de uno de cada 100 individuos.

Se caracteriza por un estado de ánimo inestable, más allá de las variaciones normales en el ánimo de todas las personas.

Los síntomas pueden variar desde la euforia en un estado de agitación motora (fase maníaca) hasta una depresión grave (fase depresiva), si bien lo más frecuente es la alternancia entre los dos fenómenos.

La fase de la enfermedad llamada "maníaca" o de excitación, comprende excitación general, elación del carácter o euforia, sobreactividad (como caminar de un lado a otro sin cesar, a veces cantando, etc.), realizar gastos económicos innecesarios y sin sentido, y en los casos graves ideas megalomaníacas. Se suele percibir a simple vista el estado de exaltación de estas personas, ya que son síntomas difíciles de controlar por la voluntad, y en el habla suele observarse una aceleración del discurso y una dificultad para mantener el hilo conversacional, hasta llegar incluso a la "fuga de ideas", durante la cual la conversación de la persona brinca de un tema a otro con el que no tiene conexión evidente.

En la fase depresiva los síntomas son casi exactamente lo inverso de la fase maníaca: retardo general, depresión grave y habla escasa.
El pronóstico general para ellos es favorable si se tratan de forma adecuada. Con los métodos modernos de tratamiento, la mayoría de los casos pueden llevar una vida normal.

Se trata, por tanto, de una enfermedad crónica pero tratable. La mayoría consiguen una estabilidad completa y permanente, si bien exige un control cercano y, en muchos casos, de por vida.

¿Que son los trastornos adaptativos?

El proceso de adaptación a una situación vital determinada puede ser excepcionalmente difícil, incluso en personas con “recursos psicológicos de afrontamiento” muy bien estructurados, que han podido solventar con éxito situaciones, en ocasiones, aparentemente más complejas que la que en este momento está produciendo un menoscabo en su calidad de vida.

La aparición de síntomas depresivos o ansiosos no siempre está relacionada con la intensidad del problema, incluso en una misma persona. Depende también del momento vital, de la “reserva psicológica”, del apoyo familiar o social y, por supuesto, de la biología.

Suelen ser procesos de “duelo”. Se considera duelo a cualquier situación vital de “pérdida”, aunque normalmente lo identifiquemos con el fallecimiento de seres queridos (en personas mayores una “aparentemente simple” mudanza, puede producir una reacción de duelo por la pérdida de recuerdos, de su espacio vital, de sus costumbres, que exige la utilización de recursos personales muchas veces difíciles de encontrar o manejar).

En momentos así, es normal sentirse triste, decaído, desganado, incluso desmotivado o desesperanzado. Sin embargo, estas manifestaciones varían en intensidad y/o duración, pudiendo llegar a ser patológicas, enfermizas, e interferir con nuestro funcionamiento normal a diferentes niveles: laboral, familiar, social, intelectual o de relación con nosotros mismos.

No debemos menospreciar el malestar de nadie, comprendamos o no los motivos que le llevan a sentirse así y aunque nos parezcan desproporcionados.

Los procesos que más frecuentemente están relacionados con la aparición de síntomas depresivos, ansiosos o de una combinación de ambos tipos, son:

• La muerte de seres queridos
• La pérdida del trabajo
• Las rupturas amorosas (separación, divorcio o noviazgo)
• Los problemas familiares
• Los problemas de pareja
• Los problemas de relación interpersonal
• El cuidado de personas enfermas o mayores
• El diagnóstico de una enfermedad potencialmente mortal o incapacitante
• El padecimiento de una enfermedad crónica, dolorosa o incapacitante
• La soledad
• La vejez
• El aislamiento
• Las secuelas físicas o psíquicas de accidentes
• El acoso laboral por un superior (o “mobbing”)
• El acoso escolar o laboral por compañeros (o “bullying”)
• El maltrato físico o psicológico
• Sobrevivir a una catástrofe
• El fracaso escolar o laboral
• Diferentes situaciones de estrés laboral o familiar

Normalmente el tratamiento ideal para este tipo de procesos es la psicoterapia: buscar el origen real de una tristeza que a veces consideramos desproporcionada, detectar cuáles son nuestros “puntos fuertes”, con los que debemos contar a la hora de afrontar el problema para aprovecharlos de manera eficaz, así como nuestros “puntos débiles”: solucionarlos y/o compensarlos. Modificar comportamientos que no están más que empeorando la situación pero de cuya existencia es difícil tomar conciencia, que no conseguimos entender dentro de nuestro contexto y, sobre todo, que nos cuesta modificar sin ayuda.

En ocasiones, es beneficioso el uso temporal de fármacos de apoyo a la psicoterapia, con el fin de controlar síntomas especialmente complicados, como el insomnio, la ansiedad intensa, la irritabilidad o la tristeza.

¿Qué son los trastornos del humor secundarios a enfermedades somáticas crónicas?

No se debe confundir con el Trastorno Adaptativo que pueden padecer los enfermos crónicos o con limitaciones funcionales.

La mente tiene un componente cerebral, sin duda. Existen numerosas enfermedades, sobre todo de origen neurológico pero también las enfermedades del tejido conectivo, reumatológicas, o algunas enfermedades endocrino/ metabólicas que se acompañan de síntomas psiquiátricos que no terminan de mejorar al tratar la enfermedad de origen.

Sus características son diferentes a la de una Depresión o un Trastorno Adaptativo y el tratamiento debe ir dirigido al origen, y tener siempre en consideración la existencia de dicha enfermedad, tanto a la hora de tratar como a la hora de manejar fármacos que puedan interferir con la enfermedad, o bien interactuar con los tratamientos dirigidos a estas otras.

La Fibromialgia, la Demencia, la Enfermedad de Parkinson, la Esclerosis Múltiple (por poner ejemplos de gran incidencia en la población general) pueden ir acompañados de síntomas que se atribuyen erróneamente a un Trastorno del Ánimo de tipo adaptativo, mientras que en realidad son secundarios a la alteración funcional cerebral propia de estas enfermedades. El tratamiento puede ser diferente y debe ser especializado y dirigido al síntoma.

¿Qué es el Trastornos Obsesivo-Compulsivo (TOC)?

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) está clasificado dentro de los “Trastornos ansiosos”, lo que puede dar lugar a la falsa idea de que se trata de una enfermedad mental “menor” o “leve”. En ocasiones, los TOC pueden ser de enorme gravedad, y suponer una incapacidad total para llevar una vida normalizada.

La persona con TOC, tiene pensamientos repetidos y angustiantes denominados obsesiones. Es posible que desarrollen actos repetitivos en un intento (normalmente infructuoso) de que los pensamientos desaparezcan o de liberar la angustia producida por éstos. Las acciones repetidas se llaman compulsiones.

La idea obsesiva es por definición “intrusiva”: la persona no desea pensar en ello e intenta deshacerse de esta idea con una voluntad a cuyo control escapan las obsesiones. Quien lo padece sabe que es absurdo, tanto pensar así como comportarse de esa manera, pero no lo puede evitar, el pensamiento le invade y las conductas son necesarias para liberar el miedo y la angustia.

Algunos ejemplos de obsesiones frecuentes son el miedo a los gérmenes (infecciones), el miedo a hacerse daño o a hacer daño a los demás. Entre las compulsiones se incluye lavarse las manos constantemente, limpiar sobre lo limpio, contar, revisar una y otra vez las cosas (haber cerrado correctamente la llave del gas, o la puerta de casa).
La persona no tiene la certeza de si ha hecho o no ha hecho algo, si ha completado o no una acción, por eso la llaman “la enfermedad de la duda”. Al fin de comprobar estas dudas, o de “asegurarse” una limpieza o un orden adecuados, la persona dedica una cantidad desmesurada de su tiempo.

La ausencia de compulsiones no descarta el diagnóstico de TOC; no es infrecuente el TOC con predominio de Ideas Obsesivas. Es más raro pero también está descrito, el TOC con predominio de actos compulsivos en ausencia de un pensamiento obsesivo llamativo.

Cuando no se trata, el TOC puede dominar la vida de una persona.

El tratamiento ideal es la combinación de psicoterapia y fármacos, si bien en los casos leves puede ser suficiente con la intervención psicológica.

Trastornos del sueño

Consideramos que existe un trastorno del sueño cuando existe una afectación de la cantidad, calidad, duración o ritmo del sueño, o a la presencia durante el mismo de acontecimientos patológicos.

Los problemas de sueño pueden ser secundarios a una enfermedad somática (como el Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño, la enfermedad de Kleine-Levin, la Narcolepsia o el Trastorno del Sueño REM), pueden ser secundarios a una enfermedad mental (como la depresión o la manía) o pueden carecer de un origen conocido (el denominado Insomnio Primario).

En los casos de insomnio secundario, el tratamiento debe ir dirigido a la enfermedad de base.

El Insomnio Primario puede ser una enfermedad crónica muy incapacitante, con una intensa repercusión en las actividades cotidianas debido a la somnolencia diurna o a la irritabilidad que produce un sueño no reparador.
Los Trastornos del sueño comprenden las:

DISOMNIAS

Trastornos primariamente psicógenos en los que la alteración predominante consiste en la afectación de la cantidad, calidad o duración del sueño:

• Insomnio
• Hipersomnia
• Trastorno del Ciclo Sueño-Vigilia

PARASOMNIAS

Se trata de trastornos episódicos que tienen lugar durante el sueño. Por lo general están relacionados con las fases del desarrollo del niño, pudiendo considerarse normales en esta franja de edad mientras que, en la madurez, son fundamentalmente psicógenas:

• Enuresis Nocturna
• Sonambulismo
• Terrores nocturnos
• Pesadillas
• Sexsomnia (término de reciente cuño en el que se describe la realización, durante el sueño, de actos sexuales no sometidos a la voluntad y el deseo conscientes, propios de la vigilia)

TRASTORNOS MOTORES DE LA FASE REM

Consiste en la pérdida de la atonía fisiológica con aparición de episodios de descontrol conductual durante el sueño REM. Normalmente se observa una actividad física violenta -golpes, chillidos, patadas- proporcional y acorde a las escenas del sueño, que se repiten y suelen tener un contenido violento.

El paciente por lo general tiene la sensación de descansar bien durante la noche, de ahí que no consulte al médico a no ser que un familiar perciba la actividad física durante el sueño. Se ha relacionado con las fases precoces de algunas enfermedades neurodegenerativas (en particular con la Enfermedad de Parkinson). Suele aparecer a partir de los 40 años, y es más frecuente en varones.

Trastornos asociados a la tercera edad

Las personas mayores tienen una serie de peculiaridades que deben ser contempladas a la hora de diagnosticar y tratar.

Cierto es que numerosas enfermedades mentales son características de edades tempranas, pero no olvidemos que se trata, en su mayoría, de enfermedades crónicas, por lo que quien las padece, muy probablemente, llegará a la vejez, y precisará de unos cuidados específicos y adecuados.

La contemplación de la persona en su totalidad, teniendo en cuenta no sólo la enfermedad mental sino otras enfermedades somáticas, tratamientos concomitantes, su situación personal y social, sus limitaciones físicas o psíquicas, es el lugar por donde se debe empezar a tratar a un mayor.

Aparte de los procesos típicos de las edades avanzadas, como la Demencia o la Enfermedad de Parkinson, debemos tener en cuenta características propias del proceso de envejecimiento normal, momento en que cobra especial importancia la corporalidad (el cuerpo deja de ser “silencio”), el aumento de la interioridad (lo externo pasa a un segundo plano, disminuye la interacción con figuras externas y los acontecimientos, son más infrecuentes las vivencias externas), una menor capacidad de adaptación al estrés y a situaciones nuevas, que suelen conducir a conductas de evitación y autoprotección, y el empobrecimiento del tejido relacional y social.

¿Qué es la esquizofrenia?

La esquizofrenia es una enfermedad grave, habitualmente crónica, de inicio en la adolescencia tardía principio de la edad adulta, que simboliza la “pérdida de la razón”: junto con la muerte, los dos grandes temores del ser humano.

Es una de las más graves e incapacitantes de todas las perturbaciones psiquiatrícas.

Se considera una psicosis: alteración psicológica caracterizada por la pérdida de contacto con la realidad.

Una persona con psicosis sufre delirios, alucinaciones y otros trastornos de pensamiento que le sitúan tan fuera de la realidad, que les puede resultar extremadamente difícil desenvolverse con normalidad.

¿Cómo se muestra en las personas con esquizofrenia esta ruptura con la realidad? Estos enfermos presentan alteraciones en el contenido de sus pensamientos: pueden creer que les persiguen, creer que otras personas oyen y/o controlan sus pensamientos, estar convencidos de que les han extraído de la cabeza sus pensamientos, o manifestar otros extraños procesos mentales. Su discurso es frecuentemente vago, y cuando no encuentran la palabra adecuada a veces la inventan. Experimentan alucinaciones en las que, típicamente, oyen voces o, en ocasiones, tienen sensaciones corporales extrañas. A veces se les puede sorprender hablando solos, o riéndose ante un estímulo que ellos perciben, pero no su entorno.

Todo esto es la parte más llamativa y más conocida de la Esquizofrenia. Sin embrago, existe una “cara B” de la enfermedad, que es en realidad la más incapacitante de todas: la falta de iniciativa, la incapacidad para realizar planes, el deterioro de las capacidades intelectuales previas y el aislamiento social.

Se habla de esta enfermedad como una forma de “autismo” adquirido, observándose en muchos pacientes una variación respecto a su manera de interactuar con el medio, antes y después del inicio de la enfermedad. Se observa un intenso deterioro en las relaciones sociales de estas personas, que presentan dificultades para comprender las emociones de los demás, de empatizar con sus semejantes. Se dice de la Esquizofrenia y del Autismo que son las dos grandes enfermedades del llamado “Cerebro Social”.

Sus respuestas emocionales suelen ser típicamente abatidas, planas (dificultad para expresar emociones) o inadecuadas (ríen cuando se habla de una experiencia triste o aterradora).

Se trata de una enfermedad crónica que precisa de un abordaje completo, y el uso de fármacos eficaces está fuera de toda discusión en el momento actual, así como está fuera de discusión la conveniencia de un tratamiento psicoterapéutico adecuado, que ayude a la persona a desenvolverse en un medio que en ocasiones es hostil, dirigido no solo al paciente sino también a la familia para ayudarles a conocer y comprender mejor la enfermedad, así como los síntomas “de aviso” ante un empeoramiento.

Suele cursar en “ciclos” o “brotes”, durante los cuales la presencia de síntomas psicóticos y conductas extrañas son el centro de la enfermedad. Entre estos brotes predominan el aislamiento y la “pasividad”.

Existen diferentes grados de afectación, de gravedad, por lo que hay que tener cuidado cuando se busca información sobre esta enfermedad, ya que no siempre están presentes todos los síntomas en una misma persona.

La esquizofrenia afecta a más del 1% de la población mundial.

¿Qué es el trastorno delirante?

El Trastorno Delirante es una enfermedad de curso habitualmente crónico, de inicio (por lo general) en las fases medias de la vida (en torno a los 40-50 años). Afecta tanto a hombres como a mujeres.

El paciente suele mostrar una vida aparentemente normal, sin que la enfermedad afecte a su funcionalidad, sobre todo en los primeros años de desarrollo de la misma. A lo largo de los años, la persona va elaborando progresivamente lo que llamamos un “delirio”, que es una forma patológica del pensamiento que aparece sin una aparente motivación externa y que persiste a pesar de que las pruebas y los hechos demuestren de forma clara e incuestionable la inconsistencia de tal afirmación. Suelen hacer “interpretaciones delirantes” de cosas que suceden en la realidad, adjudicándoles un significado que sólo tiene sentido en la manera de pensar de quien lo sufre, pareciendo absurdo al resto de la gente.

Los enfermos, lógicamente, no tienen conciencia de la falta de veracidad de sus afirmaciones, ni de su manera de percibir las cosas, siendo tan frustrante para ellos intentar convencer a los demás de su certeza, como para la gente que les rodea los inútiles esfuerzos por hacerles ver la realidad. La recomendación en estos casos es que no se les intente convencer, que no se les lleve la contraria, antes de iniciar un tratamiento adecuado, si bien tampoco es conveniente “seguirles la corriente” reforzando, así, su delirio.
El tratamiento farmacológico es fundamental, consiguiendo normalmente un control adecuado de los síntomas. La dificultad estriba en convencer al paciente de que acuda a pedir ayuda y que tome la medicación correctamente debido a, como comentábamos, la falta de conciencia de enfermedad.

En ocasiones el entramado de las conclusiones a las que llega el paciente es tan sofisticado que se hace difícil saber si realmente está siendo víctima de algún tipo de “boicot”. Se dan casos, incluso, en que convencen a su familiar más cercano constituyendo lo que se ha dado en llamar una “folie à deux”, un delirio compartido.

DELIRIO PARANOIDE O DELIRIO DE PERSECUCIÓN

Es el más frecuente de todos. La persona está convencida de estar siendo víctima de un “complot” urdido a sus espaldas y con él como único destinatario.

Esto puede ser a nivel laboral, familiar (menos frecuente) o con el vecindario.

En ocasiones se sienten incluso referenciados en las noticias de la radio, los periódicos o la televisión.

DELIRIO DE CELOS. CELOTIPIA. SÍNDROME DE OTELO

Los celos delirantes se convierten en estos casos en el síntoma dominante de toda la vida afectiva del sujeto, que busca incesantemente pruebas y signos de la traición y el engaño de su pareja, pudiendo llegar a someterle a una sucesión interminable de preguntas y explicaciones en el contexto de sus sospechas.

La persona que lo padece suele sufrir episodios de rabia contenida o explosiva, suposiciones y confirmaciones, sobresaltos y escenas dramáticas en que busca la confirmación de sus sospechas.

La aportación de pruebas que demuestren nuestra inocencia es absolutamente ineficaz.

El alcoholismo crónico es un factor predisponente importante para padecer este tipo de enfermedad.

¿Que es la psicosis cicloide?

Es una enfermedad de raro diagnóstico, si bien su frecuencia es probablemente mayor de la estimada.

Se trata de episodios de psicosis (delirios y alucinaciones) que aparecen de una forma abrupta, a lo largo de pocos días o hasta una semana. Suelen ser muy llamativos por el comportamiento tan desorganizado y extraño que suelen presentar las personas que lo padecen, cuya conducta había sido rigurosamente normal hasta entonces.

Puede ser similar a un “brote psicótico” típico de la esquizofrenia, pero es fundamental diferenciarlos, ya que son dos enfermedades completamente diferentes en cuanto a su evolución, pronóstico y afectación del estado general del individuo.

En el caso de un único episodio, se suele diagnosticar “Episodio Psicótico Agudo Polimorfo”, pero ante la repetición del cuadro, meses o incluso años después, nos encontraríamos ante una Psicosis Cicloide, cuyo abordaje exige unas características determinadas.

La “Manía Confusa”, la “Bouffée Delirante”, la “Psicosis Puerperal” o, incluso, para algunos, las “Psicosis Psicógenas”, están incluidos en este marco diagnóstico.

Trastornos del comportamiento Alimentario (TCA)

Como su propio nombre indica, el TCA es una alteración de la conducta relacionada con la comida. Es la pérdida de unos hábitos alimenticios adecuados, caracterizados por unos horarios de comidas estables y periódicos, y una cantidad y calidad de la alimentación adecuada y dirigida a la promoción de la salud, la supervivencia o el placer.
No se debe identificar los TCA con la Anorexia Nerviosa y la Bulimia, tristemente famosos en la época que vivimos. Los TCA abarcan una gran cantidad de comportamientos enfermizos relacionados con los hábitos alimenticios, y todos ellos pueden suponer un riesgo para la salud.

¿Que es la anorexia nerviosa?

La Anorexia Nerviosa existe desde la antigüedad, siendo diferentes las razones que a lo largo de la historia han arrastrado a padecerla a personas de todo tipo y condición social. Mucho más frecuente en mujeres, ya desde antiguo, si bien cuando afecta a los hombres suelen ser trastornos graves.

Suele existir una alteración de la percepción de la propia imagen, con un temor morboso al sobrepeso y la obesidad, lo que condiciona una alteración en los hábitos alimenticios y conductas dirigidas a conseguir la delgadez deseada, como por ejemplo el ejercicio.

Las principales características de la anorexia nerviosa son el rechazo a mantener un peso corporal mínimo, un miedo intenso a ganar peso y una alteración significativa de la percepción del cuerpo. Las mujeres afectadas por este trastorno pueden sufrir amenorrea (falta de regla) aunque hayan pasado la menarquia (primera regla).

Generalmente la manera de conseguir la pérdida de peso es mediante una disminución de la ingesta. Aunque las personas con anorexia empiezan por excluir de su dieta todos los alimentos con alto contenido calórico, la mayoría acaba con una dieta muy restringida, limitada a unos pocos alimentos, o incluso a la restricción total, negándose a la ingesta. Existen otras formas de perder peso, como la utilización de “purgas” (vómitos provocados) u otras conductas compensatorias como el ejercicio físico excesivo o la ingesta de laxantes o diuréticos.

En la anorexia nerviosa se distinguen dos subtipos:

• El Tipo Restrictivo puro
• El Compulsivo Purgativo

En el primero la pérdida de peso se consigue a base de una dieta estricta con o sin la realización de ejercicio intenso. En el segundo este tipo de conductas restrictivas se acompañan de episodios de atracones, purgas u otras conductas compensatorias.

Normalmente los pacientes presentan, de forma cíclica, ambos tipos.

¿Qué es la Bulimia nerviosa?

La Bulimia Nerviosa describe la necesidad que el individuo tiene de alimentarse de una forma excesiva y compulsiva (que produce un efecto de satisfacción o desahogo), seguidas de conductas de compensación del "atracón", normalmente dirigidos al manejo de los sentimientos de “culpa” producidos por este episodio de “descontrol”.
Suelen alternarse con períodos de restricción alimenticia.

Tanto la una como la otra afectan preferentemente a mujeres jóvenes, generalmente después de la adolescencia.
No existe una causa única que produzca la enfermedad, y podemos encontrar factores de personalidad que predisponen a su aparición, factores sociales o culturales, factores biológicos e, incluso, genéticos no bien conocidos. Así, en los individuos que presentan bulimia nerviosa suele haber una prevalencia de obesidad en la niñez y de obesidad en sus padres mayor de lo habitual. En los enfermos de Bulimia y Anorexia se describen alteraciones biológicas relacionadas con la regulación de la conducta alimentaria y con los mecanismos de saciedad.

La Anorexia y la Bulimia Nerviosa son enfermedades que pueden ser graves. No se debe frivolizar sobre el miedo a engordar de estas personas, ni tacharlas de víctimas fáciles de una moda para muchos incomprensible.

La intervención precoz en los casos de sospecha de estas enfermedades es fundamental, mejorando drásticamente el pronóstico.

La terapia psicológica es imprescindible para el manejo de estos problemas, si bien en muchas ocasiones se pueden beneficiar de un tratamiento farmacológico coadyuvante.

Comedores compulsivos. "Binge eating"

Existe una relación entre el sobrepeso, la obesidad y la ansiedad. Puede ser que la obesidad nos lleve a la ansiedad, o bien, que la ansiedad nos lleve a aumentar de peso, cerrándose así un círculo vicioso muy difícil de romper.

En cualquier caso, estamos frente a personas cuya finalidad a la hora de la ingesta es diferente a la salud, la supervivencia o, incluso, al placer. El estímulo para seleccionar el momento o la calidad del alimento no es el apetito, sino la ansiedad patológica, y la sensación de saciedad es difícil de percibir y, aunque se presente, no es suficiente como para dar por finalizada la ingesta.

Se trata de personas que han perdido el control sobre lo que se come, la cantidad que se come y cuándo se come. Personas que suelen tener una relación “patológica” con la comida.

La mayoría de los comedores compulsivos tiene sobrepeso o incluso son obesos, pudiendo presentar las complicaciones médicas típicas de esta enfermedad añadida, como aumento en la presión arterial, los niveles de colesterol, diabetes y enfermedades cardíacas (el llamado Síndrome Metabólico).

El tratamiento del comedor compulsivo debe incluir manejo médico: lograr la normalización en la forma de comer a través de una terapia nutricional adecuada, rutina de ejercicio, y con frecuencia el uso de medicamentos para controlar la ansiedad o la pérdida de control.

La terapia psicológica resulta tremendamente útil pudiendo, en algunos casos, resultar imprescindible.

Existe una forma “nocturna” de esta enfermedad, caracterizada por unos hábitos alimenticios más o menos normalizados a lo largo del día, pero episodios de “atracones” durante la noche (“comedores nocturnos”), incluso interrumpiendo el sueño para hacer “excursiones” a la nevera.

¿Qué son los trastornos de personalidad?

Cada uno tiene una personalidad, una manera de ser, y ésta viene definida por una serie de rasgos que podemos considerar “mejores o peores”, que nos pueden gustar más o menos, pero que en general procuran servir como sistema de adaptación a nosotros mismos y a nuestro entorno.

Cuando el conjunto de esos rasgos de personalidad, o bien la predominancia de algunos de ellos, supone un comportamiento “disfuncional”, “desadaptado”, cuando nuestra propia manera de ser supone un conflicto con nosotros mismos o con nuestro ambiente, entonces se habla de un Trastorno de la Personalidad.

Se trata de un grupo heterogéneo de afecciones psiquiátricas que afecta a los sentimientos, pensamientos y conductas, resultando en una incapacidad para el desarrollo normal de la actividad social, familiar o laboral.

Los síntomas varían ampliamente dependiendo del tipo de trastorno de la personalidad y del grado de afectación. Generalmente comienzan pasada la adolescencia (la personalidad no se considera “formada” hasta los 18 años de edad).

Normalmente estas personas no buscan tratamiento por sí mismos hasta mucho tiempo después de iniciar los síntomas, una vez que su comportamiento ha causado problemas graves en sus relaciones personales o en sus trabajos, o cuando les diagnostican otro problema psiquiátrico, como un trastorno del estado anímico o drogadicción.
Aunque lleva tiempo tratar los trastornos de personalidad, una psicoterapia adecuada puede ayudar a estas personas, siendo en la mayoría de las ocasiones la base del tratamiento. En algunos casos, los medicamentos pueden ser un complemento útil para la terapia.

Trastorno límite de la personalidad (Borderline)

Esta enfermedad se asienta sobre una inestabilidad emocional (varía de la tristeza a la alegría de una forma constante y, característicamente, no de forma mantenida, continuada o periódica sino en un mismo día). Los enfermos suelen presentar sentimientos crónicos de vacío (incluso en momentos de aparente euforia). El estilo de pensamiento suele ser “dicotómico” (“todo es o blanco o negro”), pasando del amor al odio con extrema facilidad.

Suele existir una intensa angustia interior que a veces el paciente sólo sabe manejar mediante un funcionamiento autodestructivo, en ocasiones realizándose cortes en distintas zonas del cuerpo (toleran mejor el dolor corporal que el psíquico, o bien les relaja la observación de su propia sangre), u otras conductas más sutiles pero también con fines autodestructivos, como el consumo de drogas o la conducción temeraria.

Los intentos de suicidio son muy frecuentes en estas personas y a menudo imprevisibles. En ocasiones estas conductas pueden ser con una intención real de muerte, o a veces con el fin de “llamar la atención” que, en realidad, es su forma de pedir ayuda.

Desde el punto de vista del observador (la familia, la pareja etc.,) esta inestabilidad se refleja en la dificultad de trato, la volubilidad en las decisiones y en los comportamientos. Suelen ser muy difíciles de comprender, porque lo que les sucede es muy difícil de explicar, siendo su manera de expresarse a través de estos comportamientos “desadaptativos” (conocido con el término anglosajón acting out).

Por lo general el juicio de realidad está conservado, conocen la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, y las consecuencias derivadas de sus actos, pero en el momento de valorar si “merece o no la pena” tomar una u otra actitud, prevalece el “impulso al acto”, siendo terriblemente difícil el autocontrol.

La presencia ocasional de delirios o alucinaciones no siempre descarta el diagnóstico de Trastorno de Personalidad Límite.

En esta enfermedad es muy frecuente la existencia de patología comórbida, como las alteraciones del comportamiento alimentario o el consumo de drogas o alcohol, que tampoco contradicen el diagnóstico.

Trastorno obsesivo de la personalidad

Cuando la preocupación por el orden, el perfeccionismo, la necesidad de control de la situación, la preocupación por detalles carentes de trascendencia, y la estricta observación de las normas dominan la manera de vivir de una persona, puede tratarse de un Trastorno Obsesivo de la Personalidad.

Por definición, esta manera de ser supone un problema a la hora de relacionarse con los demás, si bien en estos casos la “percepción” de sus rasgos como “problema” puede estar ausente.

Suele tratarse de personas muy perseverantes, pero rígidas y obstinadas.

Es diferente del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), y no siempre termina derivando en él, ni todos los pacientes con TOC tienen por qué tener una personalidad previa obsesiva.

Trastorno histriónico de la personalidad

La actitud teatral de estas personas es lo más característico de los que sufren este trastorno.

No se sienten cómodos si no son el centro de atención, presentando una intensa sensación de frustración si otra persona está siendo el objetivo de las miradas. Su manera de expresarse es superficial y sujeta a cambios que no siempre se relacionan con una variación objetivable en el contexto.

Suelen utilizar el aspecto físico, la seducción y el comportamiento provocador como herramientas para conseguir sus objetivos.

Normalmente su forma de pensar es excesivamente subjetiva, mostrando dificultad para comprender y aceptar diferentes puntos de vista.

Típicamente están tan expuestas al entorno, a la opinión de los demás, que son sugestionables e influenciables.
Suelen abusar de la familiaridad, siendo normalmente desproporcionada la sensación de intimidad que siente hacia algunas personas y la que despierta en ellas.

Trastorno de personalidad paranoide

Se trata de personas desconfiadas, suspicaces y recelosas, que tienden a interpretar las cosas que suceden a su alrededor como maliciosas, dirigidas a aprovecharse de ellos, engañarles o incluso a hacerles daño.

Este patrón de pensamiento, como en todos los Trastornos de la Personalidad, es inflexible y mantenido. No se trata de una situación coyuntural en un determinado momento o ante una situación anecdótica, sino su “manera de percibir” el entorno y de relacionarse con el mundo.

En ocasiones este tipo de personalidad predispone al Trastorno Delirante o incluso a la Esquizofrenia, pero ni es su causa, ni todas las personas con este tipo de manera de ser desarrollan con el tiempo estas otras enfermedades.

Por lo general son personas de trato difícil, inaccesibles y rígidas en su manera de pensar.

Personalidad esquizotípica

Suelen ser personas excéntricas, peculiares, pero con un mal funcionamiento en la vida cotidiana.

Su pensamiento y la manera de percibir el entorno suelen estar distorsionados y resultar raros, por lo que presentan dificultades en las relaciones sociales que, típicamente, no mejoran con la familiaridad y el acercamiento.

Es frecuente la creencia en la magia, la clarividencia o la telepatía, pero sin llegar a tener una idea delirante o la convicción de estar siendo controlados por el exterior o que les roben el pensamiento.

Otros trastornos de personalidad

Hemos hecho un pequeño resumen de los que más frecuentemente son motivo de consulta especializada, pero existen otros Trastornos de la Personalidad que son incluso más frecuentes o más incapacitantes que algunos de los mencionados.

Por ejemplo, en el Trastorno de Personalidad por Dependencia, el paciente puede aceptar un estilo de vida que le supone un profundo malestar o desagravio, tolerando incluso situaciones de maltrato, con tal de ser aceptado por los demás (normalmente una persona en particular), en un comportamiento dominado por el miedo al abandono.
Estas maneras de ser, que suponen un “trastorno”, son susceptibles de ser modificados con un tratamiento adecuado y especializado.

¿Qué son los Trastornos del control de impulsos?

Históricamente los trastornos del control de los impulsos se han definido como comportamientos perjudiciales realizados en respuesta a impulsos irresistibles. Fueron descritos hace más de cien años.

Comprende a una serie de enfermedades de presentación clínica diferente con un elemento común: la dificultad para resistir un impulso, una motivación o una tentación de llevar a cabo un acto que se sabe perjudicial para la persona o para los demás. Sin embargo, se considera que en su génesis todas comparten una base biológica común.

El sujeto percibe una sensación creciente de tensión o activación interior antes de cometer el acto y, en el momento de llevarlo a cabo, placer, gratificación o liberación. No siempre existen sentimientos de culpa, autorreproches o arrepentimiento después de realizar la acción.

Trastornos por uso de sustancias (TUS)

Consideramos que existe un TUS cuando el patrón de consumo es desadaptativo, y conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativo, que interfiere con la calidad de vida de la persona y sus relaciones con el entorno, así como complicaciones somáticas derivadas del consumo.

En ocasiones el TUS es secundario o concomitante con otras Enfermedades Mentales. Hablamos en estos casos de Patología Dual y es mandatario identificar su presencia, ya que el tratamiento del TUS sin el correspondiente abordaje de la otra enfermedad está condenado al fracaso.

En los casos de TUS primario, en los que el uso inadecuado de sustancias no se relaciona con la presencia de otra enfermedad mental, el tratamiento irá dirigido al consumo. Sin embargo, no debemos olvidar que estamos hablando de una Enfermedad Mental, y la persona que lo padece es un paciente, un enfermo, y requiere la atención adecuada.

No existe un tratamiento farmacológico específico para el TUS. En los casos de TUS aislado, normalmente se intenta identificar rasgos que, sin suponer una enfermedad “per se”, contribuyen a la aparición de estas conductas de abuso o dependencia o suponen un factor perpetuador de su uso inadecuado, trataremos estos factores y, secundariamente, el TUS.

La psicoterapia suele ser imprescindible en estos casos.

La mayor barrera con la que normalmente nos enfrentamos los profesionales y, sobre todo, el entorno de estos pacientes, es la falta de conciencia de problema, tan frecuente en estos enfermos, y que la voluntariedad para someterse a tratamiento es absolutamente imprescindible, siendo infructuoso todo intento de abordaje subrepticio o involuntario que no implique la participación directa del paciente y su esfuerzo personal.

Dentro de las sustancias que más frecuentemente son objeto de abuso, dependencia o, en general, uso inapropiado se encuentran:

• El Alcohol
• Los Derivados Opiáceos (Heroína, Mórficos, algunos Antitusígenos con Codeína)
• La Cocaína
• Las Benzodiacepinas
• El Cannabis, el Hachís o la Marihuana
• El Tabaco
• Los Inhalantes (como algunos tipos de pegamento)
• Las llamadas Drogas Sintéticas o “de diseño” con acción estimulante (MDMA y otros derivados anfetamínicos, el “khat”)
• Las drogas Alucinógenas (de origen natural como el Peyote o la Mescalina, o de origen sintético como el LSD o el PCP)

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